LA SANGRE DE LOS INOCENTES by JULIA NAVARRO

LA SANGRE DE LOS INOCENTES by JULIA NAVARRO

Author:JULIA NAVARRO
Language: es
Format: mobi
Published: 2009-02-22T23:00:00+00:00


8

El viaje fue largo y pesado. Desde Frankfurt llegaron hasta Estrasburgo, luego atravesaron Francia y cruzaron los Pirineos por Perpiñán, y por la carretera de la costa hasta Granada. En total habían tardado cuatro días que se le habían hecho eternos, preocupado porque le pararan en un control rutinario en cualquier carretera y le detuvieran.

Pero los infieles no parecían desconfiar de una familia; los niños pequeños le habían sido de gran ayuda para despejar la desconfianza de las miradas.

Aunque tenía miedo, se sentía feliz desde el momento en que había entrado en la provincia de Granada, colmada del olor a azahar, limones y espliego. Eran los olores de su infancia. Aún conservaba en la memoria cada rincón de su ciudad, porque era suya, más suya que de aquellos infieles que osaban mancillarla con su presencia. Algún día expulsarían a todos los infieles y el suelo sagrado de sus antepasados volvería a sus legítimos dueños. En realidad, la reconquista había comenzado con cautela pero sin vuelta atrás. Cada vez eran más los granadinos que volvían los ojos a la verdadera fe y aclamaban a Alá como su único Dios. La comunidad musulmana se extendía por todos los rincones ante los ojos de los españoles que, llevados por su afán de tolerancia y para que nadie pudiera acusarlos de perseguir a otras razas o religiones, se dejaban conquistar sin oponer resistencia.

Sintió que el pulso se le aceleraba cuando llegaron a los pies del Albaicín. En el barrio de su infancia había una importante comunidad musulmana y su aspecto no era distinto al de las ciudades del otro lado del Estrecho.

Se regocijó al ver a las mujeres con el pañuelo tapando sus cabellos y muchas de ellas vestidas a la manera tradicional, con galabiyas que las cubrían desde el cuello hasta los pies.

Al azahar se le unía el olor a cuero de los artesanos que habían abierto sus tiendas encaramadas en las calles estrechas y quebradas. Casas blancas de tejados pardos, rodeadas de naranjos y cipreses.

En la plaza Larga, el Arco de las Pesas recuerda el viejo esplendor nazarí, así como el aljibe de la antigua mezquita en la plaza de San Salvador.

Cuando llegó a la casa de su padre se sintió a salvo. Nada malo podía sucederle en aquel lugar, donde había sido tan feliz a pesar de las dificultades de su padre para sacarles adelante. Pero lo había conseguido con la ayuda de su madre. Él, trabajando en la construcción, ella como asistenta por horas en las casas burguesas de la ciudad. Entonces el Albaicín era un lugar dejado de la mano de los infieles, donde sólo vivían los que no podían hacerlo en ninguna otra parte.

En los últimos años, la comunidad musulmana había ido creciendo y recuperando, al mismo ritmo, aquella parte de la ciudad que siglos atrás brillaba con luz propia.

Había dejado el coche a unos cuantos metros de la casa de su padre. Pidió a Fátima y a sus hijos que le aguardaran hasta que comprobara si su familia estaba en casa.



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